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El mal sabor que nos dejó Mistura

Publicado: 2012-09-17

Se acabó Mistura y al margen de las condiciones en las que ha quedado el Campo de Marte, que es algo que deberán evaluar después de comprobar los daños causados, hay varias cositas que nos han dejado un mal sabor.

Si bien, sin lugar a dudas, la gastronomía se ha convertido en nuestra primera razón de orgullo (no creo que exista en ninguna parte del mundo una feria en la que el único objetivo sea ir a comer), el primer discurso de los organizadores de Mistura en el 2009 (la primera feria en el 2008 se llamó “Perú mucho gusto”), ha cambiado totalmente.

En aquel momento hablaban de inclusión social, asegurando que en Mistura todos los peruanos tendrían la oportunidad de probar los platos de los restaurantes a los que normalmente no podían acceder por sus altos precios, porque éstos estarían a doce soles, el precio más alto de la famosa feria gastronómica.

Sin embargo, ahora resulta que no sólo no estuvieron a doce soles, ni a quince, ni a veinte; sino que simplemente no estaban. El pretexto es que habían disminuido la participación de los restaurantes limeños para dar espacio a la presencia regional y cocinas rústicas.

Por eso no encontramos platos de ningún restaurant de Gastón Acurio, por ejemplo, ni de los otros denominados restaurantes de autor como el de Virgilio Martínez o Rafael Osterling, según dicen las fuentes cercanas a Apega, porque ellos no podrían cobrar los precios de la feria, porque sus costos son muy altos.

¿Entonces, cual es la gracia? Lo bacán no era la idea de ver, por ejemplo un stand del restaurant Fiesta (que es regional, pero tampoco estuvo), al lado del de doña Grimanesa? ¿Dónde está la inclusión y la mismísima Mistura? Apega dice ahora que la feria es una plataforma para hacerse conocidos, que los cocineros que participan con sus restaurantes ganan poco (y tienen que pagar 2500 dólares por stand), pero la promoción y publicidad que les genera es tal, que les permite crecer y multiplicarse.

Y claro, los restaurantes fichos no sólo no necesitan este tipo de publicidad, sino que piensan que la gente que va no es su público objetivo porque no podrían pagar los precios que ellos cobran en sus locales, así que de lejitos nomás, ellos van para la foto. Además qué roche que el chancho al palo o la caja china que han sido los platos más vendidos este año, les ganen a sus elitistas platillos gourmet ¿para qué exponerse, no?

Pero son ellos los que manejan Sociedad Peruana de Gastronomía (Apega), que organiza la feria: no ponen stand, pero le ponen precio a los más de los 160 que adquirieron uno y a las entradas en las que han sacado un promedio de diez millones de soles si calculamos sólo 500 mil visitantes durante los diez días de feria, lo que es genial si se trata de un negocio, pero no nos vendan el cuento de la famosa inclusión que, en realidad no existe.

Por otro lado, y no es por ser aguafiestas, para el público la experiencia no resulta tan barata como quieren hacernos creer: una familia de cuatro personas tiene que gastar 80 soles en entradas más un promedio de 30 soles por cabeza con gaseosas incluidas, lo que hace un total de 200 soles, monto con el cual podrían comer tranquilamente en un restaurante con cierto, sin interminables colas ni platos descartables. Vale la pena pensarlo dos veces antes de caer rendidos ante tanta publicidad ¿no creen?


Escrito por

Patricia Salinas

Soy periodista por vocación y por convicción y, a pesar de que he tenido la suerte de incursionar en todos formatos de esta carrera (prensa, televisión, radio e internet), debo confesar que soy reacia a los avances tecnológicos. Fui la última en permitir que l


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